domingo, 14 de diciembre de 2014

El expolio artístico. Erik el Belga

En el diccionario de la Real Academia Española, el término expoliar hace referencia al robo con violencia o iniquidad, y en relación con el patrimonio, se aplica a “…toda acción u omisión que ponga en peligro de pérdida o destrucción todos o algunos de los valores que lo integran, o perturbe el cumplimiento de su función social”. El patrimonio, que inevitablemente forma parte de nuestra idiosincrasia, ha sufrido todo tipo de expolios a lo largo de la historia y en ocasiones, esto parece pasar desapercibido para muchos.

El expolio artístico en todas sus variantes existe ya desde tiempos remotos y se ha mantenido a lo largo de la historia. En Roma era frecuente el expolio como botín de guerra, gracias a lo cual el Imperio llenó sus territorios de innumerables piezas del mundo griego. En la imagen de la derecha se muestran los relieves del Arco de Tito, que narran el saqueo a la ciudad de Jerusalén. Por otra parte, la llegada de los pueblos bárbaros al imperio supuso la destrucción de gran parte del patrimonio romano. 

En la Edad Media destaca el saqueo, por parte de los cruzados, en las ciudades de Constantinopla y Jerusalén. La Guerra de los Treinta Años, ya en época moderna, también trajo consigo consecuencias de este tipo. En España, esta clase de expolios son protagonistas indiscutibles en el siglo XIX, cuando se produce la Guerra de la Independencia y las desamortizaciones eclesiásticas. Francia se llevará de nuestro país numerosas obras de arte, especialmente pinturas que hasta ese momento habían sido menospreciadas en el panorama artístico europeo. En general las campañas napoleónicas llevaron consigo el saqueo indiscriminado de obras de arte en distintos países europeos, aunque destacan sin duda sus expolios en Egipto. 

El saqueo de guerra viene acompañado de un expolio de carácter coleccionista u oportunista. Así, destaca el caso del Coliseo de Roma, que durante el Renacimiento prestó buena parte de sus piedras al embellecimiento de la ciudad. En los siglos XVII y XVIII se producen las diferentes campañas arqueológicas y un incipiente interés por conocer de primera mano las obras de la Antigüedad mediante el denominado Grand Tour. En el siglo XIX estas expediciones arqueológicas se siguen realizando con frecuencia y es en estos momentos cuando se produce el horripilante expolio de los mármoles del Partenón por parte de Lord Elgin, que a día de hoy continúan siendo objeto de denuncia y reclamo por parte del gobierno griego.

La historia del Partenón

Ya en el siglo XX, otro caso mediático a la par que polémico fue la postura de Howard Carter y Lord Carnavon, que descubrieron la famosa tumba de Tutankamón y se apropiaron indebidamente de algunas de las piezas halladas.


Howar Carter ante la tumba de Tutankamón

En este mismo siglo y tras la Segunda Guerra Mundial, el saqueo más significativo fue el protagonizado por el régimen nazi, que expolió todo tipo de piezas en museos y colecciones particulares en aquellos países víctimas de su ocupación. En este caso, el pueblo judío, que perdió en estos momentos gran parte de su patrimonio material, ha conseguido poner en marcha una campaña para garantizar la devolución de parte de las piezas por parte de las instituciones pertinentes.

'Jardín de invierno' de Edouard Manet, hallado en la mina de sal de Altaussee

Por último, existen casos más cercanos a nosotros, ya que el expolio, muy a nuestro pesar, es una actividad en constante funcionamiento, más aun en un contexto capitalista como es el nuestro. Desde lo sucedido en la Guerra de Irak, –dejando de lado el vergonzoso incendio de la biblioteca de Bagdad, para centrarnos en los no menos importantes saqueos que sufrió el país-, hasta casos concretos que se denuncian actualmente en diferentes regiones, el expolio artístico sigue siendo un lenguaje recurrido en muchos ámbitos. El mercado negro del arte es la principal tapadera para muchas de las obras que, una vez robadas, no vuelven a aparecer. En el caso de España, existe una Lista de obras de pintores españoles en paradero desconocido.


Sin embargo, existe otro tipo de expolio, realizado por particulares y que suele responder a determinados encargos. Es, llegados a este punto, cuando tenemos que hablar de una de las figuras más conocidas a nivel mundial en el robo de obras de arte. Se trata de Erik el Belga.


René Alphonse Ghislain Vanden Berghe, que es el verdadero nombre de Erik el Belga, nace en Nivelles (Bélgica), en 1940, y desde muy pronto se inicia como anticuario y pintor. Poco a poco se va perfilando como uno de los grandes expertos en la materia en toda Europa, y debido a la especial demanda en este tipo de objetos, comenzó a efectuar sus particulares robos. El primero de ellos lo lleva cabo a los 25 años, instado en cierta manera por aquellos coleccionistas que le reclamaban obras importantes y conocían su paradero. Erik actuaba por encargo y a cambio obtenía una serie de beneficios, tanto de carácter económico como formativo de alguna manera, ya que de esta forma tenía acceso a información privilegiada sobre las técnicas de restauración que luego aplicaba a las obras expoliadas.

La mayor parte de los hurtos los llevó a cabo en museos, y sostiene que tan solo un 5% de los mismos fueron en iglesias, sin embargo ha conseguido hacerse con una gran cantidad de piezas góticas y románicas en España. Además, justifica estos robos aduciendo que solo se dedicó a trasladar piezas de aquellos países donde no sabían apreciarlas a otros en los que se les iba a dar un mayor valor y cuidado. Pero dentro de su religiosidad, también lo argumenta de otro modo: "soy católico y la Iglesia es de todos los católicos, luego lo que es de la Iglesia también es mío".

En la actualidad, y con todos sus delitos prescritos, vive en Málaga donde se dedica a asesorar a nuevos inversores interesados en el mundo del arte. Tiene tantos defensores como detractores, pero no se arrepiente de nada de lo que hizo. Por una parte, sus actuaciones en España pusieron de relieve el poco compromiso que se tenía en aquellos momentos con el patrimonio y la falta de escrúpulos de algunos párrocos que, según Erik, facilitaban sus robos o le vendían las obras a muy bajo precio. También es cierto que muchas de las piezas que devolvió llegaron en mejor estado, ya que Erik tenía muy buenas dotes para la restauración. Por otra parte muchos le acusan de haber fragmentado importantes piezas para venderlas por separado y se hace especial hincapié en el incendio de la silla de San Ramón, en Roda de Isábena, de la que cuenta que fueron sus cómplices quienes lo hicieron como venganza por su encarcelamiento y torturas en la cárcel de Barcelona.

Sin embargo, él mismo ha encontrado la forma de argumentar sus actuaciones: 

“– ¡Pero si todos los grandes museos son hijos del latrocinio! Prado, Louvre, British, Pérgamo... ¿Sabe que Franco se quedó piezas del pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago? ¡Aún las posee su familia! Mire: gracias a mis robos, se salvó mucho arte.”



sábado, 13 de diciembre de 2014

La época de las catedrales

LA ARQUITECTURA GÓTICA

El término “gótico” surge en el Renacimiento y deriva de la palabra “godo”, en origen con un matiz peyorativo y equivalente a lo bárbaro. El en Renacimiento se cree que el arte de la Antigüedad clásica habría desaparecido durante la Edad Media debido a la barbarie goda. El término fue popularizado por Giorgio Vasari, pero es anterior a él. Calificó este arte como “obra germánica monstruosa y bárbara”. Hasta el siglo XIX no se diferencian claramente los dos grandes estilos de la Edad Media, sin embargo, en el siglo XVIII se va a comenzar a valorar positivamente lo medieval.

En la actualidad se considera que el arte gótico es un estilo que surge en torno a 1130 en el dominio de la dinastía capeta en la Ille de France, que se denominaba originalmente “opus francigenum”. Este estilo va a alcanzar una gran extensión geográfica, más aun que el Románico, llegando hasta Tierra Santa, Chipre o incluso América. Abarca desde la primera mitad del siglo XII (en la Ille de France) o segunda mitad del siglo XII (en el resto de lugares) hasta el primer tercio del siglo XVI, aunque dependiendo de las zonas geográficas.

El arte gótico tiene un fuerte sentido de espiritualidad y se vincula con la religiosidad del momento. En este ámbito, hay que destacar que es una etapa difícil debido al Cisma de Occidente. Este es un conflicto que afecta al papado y a todo el mundo religioso, por lo que existe una crisis de la fe en este momento.

También en este momento será fundamental el desarrollo de la ciudad, ya que se considera como sinónimo de libertad y franquicia y es el lugar donde se asocian los artesanos. También es donde se levantan las grandes catedrales, ayuntamientos y palacios particulares y donde se realizan ferias y mercados. La catedral como tal englobaba todos los conocimientos de la época. Panofsky ve en estas construcciones el sentido de transparencia, porque considera que el exterior muestra claramente el interior.

Esquema básico de elementos en la arquitectura gótica

El arquitecto gótico tiende a prescindir del muro para realizar vidrieras. Esto permite una mayor elevación, que se entiende como una elevación hacia Dios. Así, las columnas se adelgazan y al exterior las torres se terminan en agudas flechas. Viollet-Le-Duc, en el siglo XIX, hablaba de la Teoría de los tres elementos esenciales en esta arquitectura: el arco apuntado, la bóveda de crucería y el arbotante. La combinación de estos tres elementos junto con la estilización de los mismos en un sentido ascensional define el estilo gótico. Gracias a esto se forma una estructura que permite aligerar el edificio y prescindir del muro. Además, estas innovaciones se ponen en relación con la vida espiritual.

La catedral gótica


En la península se levantaron catedrales en muchas de las ciudades importantes. Hemos elegido dos ejemplos que permiten la visita virtual: La Catedral de Santiago de Compostela y la Catedral de Sevilla.

A continuación os dejo una pequeña autoevaluación sobre el tema: 


Por último, unas recomendaciones bibliográficas:

DUBY, G., La época de las catedrales: Arte y Sociedad, 980-1420, Madrid, Cátedra, 2005.
ERLANDE-BRANDENBURG, A.; El arte gótico, Akal, Madrid, 1992
ERLANDE-BRANDENBURG, A.; La catedral, Akal, Madrid, 2006
GRODECKI, L.; Arquitectura gótica, Aguilar, Madrid, 1997
JANTZEN, H.; La arquitectura gótica, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1982
PANOFSKY, E.; Arquitectura gótica y pensamiento escolástico, Ediciones la Piqueta, Madrid, 1986
TOMAN, R.; El Gótico: arquitectura, escultura, pintura, Konemann, 1999

jueves, 11 de diciembre de 2014

El relieve monumental en la arquitectura visigoda

Durante los siglos IV y V se produce el final de la Antigüedad. En estos momentos hay una crisis del clasicismo, un abandono de los valores del arte clásico y del concepto clásico de belleza, predominando a partir de este momento el simbolismo, los valores espirituales. 

Las consecuencias de estos valores residen en la desaparición de la escultura de bulto redondo en relación con el rechazo de lo material. Los padres de la iglesia y los apologetas pretendían evitar la idolatría. Así, la plástica queda reducida al relieve monumental integrado en la arquitectura, normalmente de carácter vegetal o simbólico. 

Es en este contexto donde debemos introducir el relieve monumental visigodo, que cuenta en la península con dos ejemplos de gran relevancia: Santa María de Quintanilla de las Viñas y San Pedro de la Nave. Ambas son iglesias de dudosa clasificación cronológica, si bien se acepta que se habrían realizado en torno a los siglos VI-VII. 

San Pedro de la Nave fue trasladada piedra a piedra desde su emplazamiento original, en las inmediaciones del río Esla, hasta el pueblo zamorano de El Campillo. A partir de este momento, dadas las circunstancias de tal traslado y el interés de investigadores de la talla de Manuel Gómez-Moreno, la edificación junto con sus relieves comenzó a adquirir una gran importancia.




San Pedro de la Nave

Tal y como la conocemos en la actualidad, San Pedro de la Nave se configura como una iglesia de planta cruciforme inscrita en un rectángulo y alberga en su interior un amplio programa iconográfico que se conserva en muy buen estado. Muchos autores coinciden en la relación entre este programa y los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana, una relación que explica además la aparición de relieves de tipo geométrico, vegetal y animal. Las piezas más destacadas se sitúan en los capiteles del crucero, en los que vemos representaciones del Sacrificio de Abraham (a la derecha, en la parte superior), Daniel en el foso de los leones (debajo de la anterior) o la magnífica y enigmática figura de San Felipe. Esta última es la imagen que encabeza nuestro blog y en torno a ella se han generado numerosas interpretaciones que tratan de especificar la naturaleza del objeto que San Felipe sujeta en sus manos sobre la cabeza. Para algunos una nave (lo cual daría el nombre a la iglesia) y para otros una corona en relación con la vida del apóstol.


En el siguiente vídeo se ofrece una explicación más visual de la decoración de la Nave:



En términos arquitectónicos, Santa María de Quintanilla de las Viñas (Burgos) presentaba una planta muy similar a la que hoy en día podemos ver en la Nave. Sin embargo, en este caso no observamos una cruz griega inscrita en un rectángulo, sino que se configuraba mediante un esquema basilical tripartito precedido de un porche, con una cabecera recta y dos cámaras en los lados del transepto. Por desgracia, actualmente solo se conserva esa zona del transepto y el ábside, por lo que su programa escultórico, perdido en gran parte, presenta muchas dificultades a la hora de establecer una iconografía completa y rigurosamente coherente. 


Santa María de Quintanilla de las Viñas


En este caso, existen frisos decorativos exteriores que recorren toda la cabecera, pero también hay relieves en el interior. Los más destacados son los dos capiteles-cimacio que sujetan el arco de acceso al ábside, en los que se representan el Sol (a la derecha de estas líneas) y la Luna (en la parte inferior). Han sido entendidos estos dos relieves como la imagen de la eternidad del reinado de Cristo (cuyo relieve aparece en la zona superior del arco), en relación con las creencias cristianas en torno a los conceptos de muerte y resurrección. Además, parecen haberse representado en esta zona en concreto marcando una clara delimitación entre la zona sagrada o ámbito celestial y el resto del espacio de la iglesia, de carácter obviamente terrenal.

Existen además una serie de piezas que se conservan en el interior del edificio, pero no en su contexto original. Dos de las ellas, las que representaban, según algunos autores, a San Pedro y San Pablo, han sido recientemente sustraídas sin que se conozca aun su paradero. Véase la noticia aquí.

La iconografía de estos relieves tanto en la Nave como en Quintanilla sigue estando a la cabeza en los estudios realizados en la actualidad sobre la escultura altomedieval en la península. Pero además, hemos de establecer una vinculación entre esa iconografía y la que aparece en algún ejemplo del arte prerrománico asturiano, de manera que existen conexiones entre ambos mundos, no solo a nivel arquitectónico sino también escultórico.

En el siguiente enlace encontraréis una presentación en la que se especifican las características del arte altomedieval en la península, y aparecen además muy bien explicados los relieves de estos dos ejemplos que acabamos de ver. Además, existe abundante bibliografía:

BARROSO CABRERA, Rafael y MORÍN DE PABLOS, Jorge, La iglesia visigoda de San Pedro de la Nave, Ediciones B. M. M. & P., Madrid, 1997.
La iglesia de Santa María de Quintanilla de las Viñas, Ediciones B. M. M. & P., Madrid, 2001.
El árbol de la vida. Un estudio de iconografía visigoda: San Pedro de la nave y Quintanilla de las Viñas, Ediciones B. M. M. & P., Madrid, 1993.
CABALLERO ZOREDA, Luis (Coord.), La iglesia de San Pedro de la Nave (Zamora), Instituto de Estudios Zamoranos “Florián de Ocampo”, Zamora, 2004.
CRUZ VILLALÓN, María, “Quintanilla de las Viñas en el contexto del arte altomedieval. Una revisión de su escultura”, Antigüedad y Cristianismo: Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía Nº 21, (2004). pp. 101-136.
SCHLUNK, Helmut, “Observaciones en torno a la miniatura visigoda” Archivo Español de Arte, Nº18 (1945), pp. 241-265.



lunes, 1 de diciembre de 2014

Arte prerrománico asturiano

El Arte Prerrománico Asturiano presenta una serie de singularidades que lo configuran como una de las aportaciones de mayor originalidad y grandiosidad en el panorama artístico español. Con un carácter fundamentalmente arquitectónico, basa su concepción en elementos como el arco de medio punto, los contrafuertes o los muros de mampostería. Sin embargo estas son características que se van asentando en las diferentes fases en las que comúnmente se divide este periodo. Antes de adentrarnos en la materia, conviene recordar algunos aspectos arquitectónicos básicos: 






Pero además, en el siguiente vídeo se pueden vislumbrar muchas otras características:

     


Pincha en la siguiente imagen para evaluar lo que has aprendido:




UN POCO DE HISTORIOGRAFÍA...

El término "prerrománico asturiano" no es del todo preciso y supone además un panorama excepcional dentro del arte altomedieval del occidente cristiano, en primer lugar por el elevado número de monumentos que se conservan, un total de catorce prácticamente enteros salvo San Tirso, en un territorio muy pequeño. Y en segundo lugar, porque no existe en todo occidente un paralelo en este aspecto. Es por tanto un estilo con carácter propio para el que existe abundante documentación, como las crónicas del ciclo de Alfonso III. Se redactan durante el reinado de este monarca (866-910) y con ellas parece que se trata de instaurar la tradición historiográfica visigoda que se había visto interrumpida por la llegada del Islam. Son la Cronica Albeldense, que abarca la Historia universal desde Adán hasta el año 881, momento en el que se cree que se redacta. En el 883 se le hizo un añadido que Gómez Moreno denominó Crónica profética (aunque no hace alusión a los monumentos y se piensa que pudo ser redactada por un clérigo que vivía en Oviedo). La otra es la Crónica de Alfonso III, de la que se conocen dos versiones: la 'Rotense' y la 'Ad Sebatianum'. Se ocupa de un periodo y un territorio más limitados: la historia de la península ibérica desde el reinado del rey visigodo Vencesvinto hasta Ordoño I, antecesor de Alfonso III. Además, prescinde del mundo musulmán. Esta crónica se ha supuesto redactada por el mismo monarca o bien bajo su dirección.

Son crónicas redactadas con una intención política: legitimar el reino cristiano como continuador de Toledo. Tienen también interés desde el punto de vista artístico porque dan diferentes tipos de datos sobre los monumentos. En todas ellas llama la atención que dediquen tanta extensión a las noticias artísticas, porque muchas veces en el reinado de cada monarca se da bastante más prioridad a los monumentos que el monarca construyó que a los acontecimientos políticos que tienen lugar durante su reinado.

La primera aproximación teórica al arte prerrománico asturiano fue realizada por Jovellanos en el siglo XVIII, a partir de entonces se ha enriquecido con aportaciones de investigadores tanto españoles como extranjeros. Todos ellos han contado con las crónicas como fuentes fundamentales para iniciar sus tesis, dando como resultado teorías diferentes que generaron polémicas entre distintos historiadores. Algunos defienden modelos antiguos para este estilo: modelos visigodos, modelos germánicos o carolingios y también omeyas en determinados periodos. Tras los hallazgos arqueológicos romanos que se encontraron en Asturias, es innegable la existencia de precedentes antiguos. Lorenzo Arias sigue estableciendo relaciones con el arte de la Antigüedad.

Por otra parte, Isidro Bango Torviso, que era un acérrimo defensor de la tradición hispano-visigoda, tras las excavaciones en Gijón, expone que el arte prerrománico asturiano es la última manifestación del arte antiguo peninsular.
Respecto a la relación con lo carolingio, diversos autores han establecido relaciones diplomáticas entre Alfonso II y Carlomagno, pero también hubo relaciones artísticas, lo cual no determina que el arte prerrománico asturiano sea deudor de lo carolingio.

Existen también discrepancias en cuanto al origen y función de estos monumentos. La tesis tradicional, que se fundamenta en las crónicas asturianas defiende el origen monárquico y la función áulica para estas obras, algunas de las cuales responden a este criterio pero no todas. A esta teoría se han hecho revisiones y, sin discutir el obvio protagonismo de la corte, se ha especulado sobre la función monástica de alguno de estos monumentos. Cesar García de Castro es quien ha iniciado estas revisiones.


Imagen extraida de http://buscador-noticias.blogspot.com.es/2011/04/lorenzo-arias-paramo-las-pinturas.html